martes, 22 de noviembre de 2011

Dibujar y hacer garabatos.


Dibujar y hacer garabatos no es sólo una actividad entretenida y divertida.




Dibujar y hacer garabatos no es sólo una actividad entretenida y divertida para los niños, sino que puede resultar una herramienta educativa importante, aparte de construir un paso importante en el desarrollo de la psicomotricidad y un valioso medio de comunicación.
Un grupo de expertos británicos reivindica el valor educativo de los dibujos, situándolos al mismo nivel que hablar, leer y escribir como destrezas básicas e imprescindibles para el correcto aprendizaje del niño.
No se trata de dibujar como artistas ni desarrollar habilidades difíciles, sino de emplear los dibujos para representar su entorno, conceptos, facilitar y demostrar la comprensión… Y es que visualmente podemos representar muchas cosas, ya lo señala el dicho “una imagen vale más que mil palabras”.
Y, aunque no siempre sea así, y no podamos negar el valor del lenguaje verbal, está claro que el lenguaje visual cobra cada vez mayor importancia en nuestro entorno y no podemos desaprovechar su potencial, como en el caso de los dibujos, diagramas, esquemas, bocetos…
La psicóloga Shaaron Ainsworth, de la Universidad de Nottingham (Reino Unido), y otros autores comentan en un artículo aparecido en el último número de la revista “Science” el auge que está experimentando la investigación académica sobre las ventajas pedagógicas de saber representar gráficamente, sobre todo en el ámbito científico.
Aunque lamentan que, en la práctica, esta actividad no está considerada como merecería. Estas son algunas de las ventajas educativas de dibujar:
  • En el aula, se involucra al alumno en las actividades, en lugar de confinarle a un papel pasivo como receptor de información.
  • Ayuda a comprender la realidad científica, a menudo, representada en gráficos, bocetos y otras clases de discursos no necesariamente verbales.
  • Ser capaz de manipular las representaciones gráficas como esquemas o diagramas para incorporar nuevas ideas, o adecuarlas a la observación, es un “razonamiento creativo distinto” y complementario al razonamiento mediante argumentación.
  • Dibujar es una estrategia pedagógica que permite organizar mejor lo aprendido. Representar gráficamente un concepto requiere, además de capacidad de síntesis, destreza espacial.
  • Dibujar ayuda a comunicar mejor. De ahí que los dibujos infantiles muchas veces sirvan para descubrir lo que los pequeños sienten, lo que nos quieren decir mediante ellos.
Está claro que a nuestros hijos aún les quedan unos añitos para ponerse a realizar esquemas, pero mientras tanto, hay que animar a los niños a expresarse mediante sus dibujos. Y algún artista también saldrá de entre ellos…





Consejos de Aprende.com – La importancia de los dibujos de un niño.

Los dibujos son más que un pasatiempo para mantener a los niños entretenidos sin que den guerra. Al entregarles un papel y un lápiz para que empiecen a dibujar, se les proporciona una herramienta fundamental para que desarrolle la mente y la imaginación
El dibujo ayuda a desarrollar habilidades psicomotrices, estimula la expresividad y la imaginación, y permite obtener información sobre el estado psicológico y el bienestar emocional de los más pequeños.  
Los dibujos son una de las primeras manifestaciones palpables de la expresividad infantil. Funcionan como un vehículo que refleja sus emociones y les permite dar rienda suelta a su imaginación. No son obras de arte, ni pretenden serlo, pero pocos se resisten a colgar el garabato de un niño en un mural, o tenerlo expuesto para que lo vean sus amigos y familiares.
Investigadores, artistas y pedagogos han centrado sus estudios, desde hace muchos años, en el análisis de la forma de expresión de los niños a través de los dibujos. Las conclusiones son más allá de unos simples trazos o garabatos al azar, los dibujos expresan las emociones, intereses o valores del niño.
Como te acabamos de explicar es importante que los niños dibujen para poder expresarse de otra manera, pero les tiene que salir de manera espontánea, no como si fuese una tarea escolar, así que ahí que animarles a dibujar:
-Es muy importante o prácticamente esencial crearles un espacio en su habitación o zona de juegos para que dibujen, con todo lo necesario, como una cajonera o un estuche para guardar sus pinturas.
-También es importante darles el material adecuado para que pinten, ya que un niño pequeño de 2  años deberá pintar con ceras, pintura de dedos y lápices con puntas grandes y redondeadas para evitar peligros y los más mayores de 5 años ya podrán utilizar lapiceros, rotuladores…a estos según vayan creciendo y se les vea preparados podrán ir utilizando pinceles y temperas.



Isabel

lunes, 21 de noviembre de 2011

Escuela “Summerhill”

Escuela “Summerhill”

“Summerhill” es una escuela inglesa fundada en 1921 por Alexander Sutherland Neill. Es una de las pioneras dentro del movimiento de las “Escuelas libres”. Neill llevó a cabo una interesante reforma pedagógica y es el representante de la educación antiautoritaria. 
Este es un vídeo explicativo de la escuela Summerhill y de la pedagogía de Neill. Realizado por estudiantes de primero de Magisterio de Lengua Extranjera de la Universidad de Málaga, para la asignatura de Didáctica General.


Acerca de “Summerhill”
Summerhill es una escuela de todo el día, para menores de edades comprendidas entre 5 y 17 años. A diferencia de la escuela tradicional, en Summerhill se da más valor a la estabilidad emocional que a la adquisición de conocimientos. Neill deseaba darle a los menores la oportunidad de decidir por sí mismos cómo organizar su vida, sin estar sometidos a prescripciones de padres o profesores. En Summerhill la asistencia a clase es voluntaria, uno de los motivos por los que la institución es tan controvertida.
Las tres características principales de Summerhill son autoorganización, autoaprendizaje y autodeterminación de valores morales. El principio que impera es la libertad en la educación.
Neill revela que la educación impuesta por el gobierno ignora casi por completo las emociones de la vida, cosa que conlleva al odio. Sólo se educa el cerebro, dice: “si nos permitieran liberar las emociones y el intelecto, los niños se desarrollarían solos”.
Plantea que el niño es bueno de nacimiento, que no hay niños problema sino padres y profesores problema. Que las nuevas generaciones podrán vivir en paz y libertad, si es que las generaciones actuales no destrozan el mundo.
Neill es partidario de educar a los niños en libertad y autonomía, que no es lo mismo que el libertinaje, que es dejar que el niño haga lo que quiera.
Según Neill actualmente la vida es un curso entre los que niegan la vida y los que realmente creen en ella. De los que la niegan sale el niño problema, y de los que en ella creen, el niño sano.
La educación de Summerhill, demuestra que el niño libre es más sincero, dice lo que piensa sin miedo. El niño que crece sin miedo, puede dar su opinión sin ninguna represión.


  





Isabel y Ángel.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Infancia, educación emocional y límites.




Infancia, educación emocional y límites.

Los bebés uterinos sólo saben vivir, pues es lo único que han conocido desde su concepción, dentro del espacio acogedor y envolvente del seno materno: un medio acuático sonoro y oloroso, en el que fluyen durante nueve meses rodeados de líquido amniótico y en el que las paredes uterinas marcan los límites físicos de su Universo. 
Nacemos, pues, con la necesidad imprescindible (para que no se derrumbe nuestro mundo emocional, físico y psíquico) de seguir notando, oliendo, oyendo y sintiendo la presencia física continua de nuestra madre durante algunos meses y años. Necesidad que perdurará hasta el momento en el que hayamos realizado la transición completa a la vida aérea y terrestre. Una vez adaptados a nuestro nuevo medio ambiente, poco a poco podremos ir alejándonos físicamente de nuestra madre con seguridad, sintiéndonos bien con nosotros mismos y sin afectarnos la distancia. Cada persona tiene su propio ritmo de aclimatación, sus circunstancias personales marcarán el tiempo y la forma de realizarla.

Al igual que en lo físico, el niño, comenzó a construir su vida emocional desde su etapa uterina. Con el proceder de su madre y sus reacciones ante los acontecimientos del día a día, el niño fue desarrollando estrategias de supervivencia y patrones de comportamiento. Estos, en muchos casos, no siempre son positivos, madres que han sufrido estrés durante el embarazo tienen hijos más nerviosos y más susceptibles de sufrir ansiedad que madres cuyos hijos vivieron una etapa uterina más pausada y alegre.
Tras el nacimiento, nuestra vida emocional sigue construyéndose influida en grado diferente por diversos factores. El más importante, el nivel de apego que muestre nuestra madre hacia nosotros. Y cuando digo apego, no sólo me refiero al vínculo emocional, sino también al espacio físico. Cuanto más notemos el contacto directo con nuestra madre, mejor salud emocional y física tendremos, no sólo durante nuestra niñez, sino también durante nuestra vida adulta.
Al igual que en lo físico, en lo psíquico y en lo emocional, los bebés también necesitan un apoyo continuo durante los primeros meses y años de vida. Los bebés y los niños  precisan  un acompañamiento emocional de sus progenitores, una guía, unos límites, para crecer como personas plenas para en el futuro, convertirse en adultos coherentes y lograr un feliz equilibrio en sus vidas.




No estamos hablando de que necesitan oír siempre NO, de vivir sometidos a miles de normas arbitrarias  y de que se les restrinja su libertad de acción, ante todo, los niños para formarse, deben tocar, jugar, investigar cómo son las cosas, cómo se comportan los adultos, cómo son los otros niños, cómo funciona la vida. Pero, para hacerlo, necesitan tener a su lado unos padres congruentes que les muestren tanto en lo vital, como en lo social, modelos de comportamiento  sanos, asertivos y equilibrados. Necesitan, unos padres que les acompañen para que desarrollen plenamente su potencial emocional.
Aquí estamos ante un tema muy controvertido, pues no es difícil encontrarnos con modelos de crianza coercitivas donde los padres ignoran las necesidades emocionales de sus hijos. Existen dos tipos que, por diferentes entre ellos, son especialmente significativos.

En el primero, nos encontramos con padres abusivamente autoritarios o severos con sus hijos, estos padres, convierten la vida de sus vástagos en un infierno de normas y conductas. Todo en la vida diaria es controlable: juegos, comportamiento, reacciones e incluso, funciones fisiológicas como ir al baño, dormir o comer. Los hijos de estas personas excesivamente cuadriculadas acaban perdiendo todo su candor e imaginación para convertirse en adultos inflexibles, egocéntricos, agresivos  y emocionalmente dañados por la pérdida de tantas y tantas experiencias infantiles que no pudieron realizar por estar prohibidas. Por desgracias, los malos tratos físicos, pues los psicológicos son evidentes, suelen ser frecuentes en este tipo de crianza.

Por otro lado, tenemos a los padres que dejan a los niños sin indicaciones emocionales, les dan carta blanca para todo, no les explican que sus acciones, por bienintencionadas que puedan ser, pueden dañar a otra persona y se escudan en la defensa de la libertad individual de sus hijos para justificar su método de crianza. Por desgracia, estos niños, no llegan a desarrollar de forma correcta la empatía, el altruismo o la cualidad de cooperar con otros por el bien común.  La libertad de una persona, no debe conculcar jamás la libertad de otra. Sin embargo, los padres de estos niños, si sus hijos pegan, les dejan; si quieren el juguete de otro niño, mamá o papá se lo piden prestado o el niño se lo arranca de las mano; si el otro niño está jugando con un juguete suyo y le apetece jugar con él, le piden al otro niño que lo devuelva para que su hijo juegue; si alguien se atreve a decirle algo a sus niños, por justa que sea la amonestación (hay que tener en cuenta que los niños muy pequeños no saben defenderse de todas las agresiones) los padres reaccionan de forma airada, incluso llegando a ser violentos. Y el problema es que, entonces, sus hijos crecen pensando que tienen derecho a poseerlo todo, a ser los primeros en todo, a pegar a quienes quieran, a jugar con lo que quieran. Curiosamente, estos padres suelen ser personas que sufrieron en su día una crianza restrictiva del primer tipo del que hemos hablado.
Como consecuencia de esta educación en la que los niños carecen de un modelo claro, volvemos a encontramos con adultos egocéntricos, con baja autoestima, muchas veces desubicados  y emocionalmente desequilibrados.
Los extremos se tocan, unos padres y otros se observan con desprecio cuando lo paradójico es que, en el fondo, sus hijos acabarán estando igual de dañados, emocionalmente hablando.
Como siempre, la solución está en el equilibrio.




El niño debe crecer en libertad, debe experimentar, mancharse, rebozarse en la arena, saltar, jugar, reír, correr, desarrollar sus habilidades manuales e intelectuales, pero el niño también necesita unos límites básicos, la guía de un adulto que respete sus tiempos de maduración, que le diga de forma amable y cariñosa (todas las veces que haga falta) que no se puede y porqué no se debe pegar a los demás, que se pueden compartir los juguetes y el espacio, que no tiene porqué ser siempre el primero en recibir todas las cosas, que no puede enfadarse porque alguna vez no consiga todo lo que quiere. En definitiva, los niños precisan para su desarrollo psíquico y emocional de la presencia protectora de un adulto comprensivo, no directivo, pero que sepa marcar de forma suave y no coercitiva los límites mínimos e imprescindibles para alcanzar un crecimiento emocional saludable. 


Cuando somos bebés y niños, también necesitamos, además de los brazos físicos, unos brazos emocionales y una presencia continua donde asirnos y agarrarnos para no perdernos en la inmensidad de la vida sensitiva del ser humano.
Cuando somos bebés uterinos acuáticos, nuestro Universo físico se puede palpar sin problemas, podemos tocar todos sus límites marcados por las paredes uterinas. Al transitar hacia la vida terrestre y aérea, si nos acompañan, nos cogen, nos respetan y cuidan y miman nuestra salud emocional, iremos poco a poco desprendiéndonos de la necesidad de una presencia física para vivir sin miedos o temores. Con una crianza afectuosa y sensible no restrictiva, lograremos tener confianza en nosotros mismos, respeto por nuestras singularidades, por las de los demás, por la comunidad y podremos convertirnos en adultos libres cuyo Universo físico y mental será ilimitado.

Esta es la teoría, qué hacer en la práctica:
Podemos, simplemente, empezar por escuchar al niño. Si aún no habla, comprender el porqué de sus acciones ¿por qué pega? ¿Por qué grita? ¿Por qué se comporta de esta manera?
El niño que quiere transmitir su temor, sus carencias, sus necesidades lo hace a través del llanto, de la rabia, la ira. Démosles unas paredes donde asirse con nuestra comprensión, con nuestro cariño, con nuestra presencia física y con nuestra determinación por realizar una crianza afectuosa no directiva.
Texto: Elena Mayorga

Isabel 




viernes, 4 de noviembre de 2011

El estilo de crianza podría afectar la salud mental del niño






El estilo de crianza podría afectar

la salud mental del niño


Un estudio halla que hay menos probabilidades de depresión y ansiedad cuando las madres toman en cuenta las personalidades de sus hijos.

Adaptar el estilo de crianza a la personalidad del niño puede reducir mucho el riesgo de depresión y ansiedad, aseguran los investigadores.

El estudio de tres años de 214 niños y sus madres reveló que una buena concordancia entre los estilos de crianza y la personalidad del niño reducía el riesgo de éste de síntomas de depresión y ansiedad.

Pero los niños en una relación mal emparejada tenían el doble de riesgo de síntomas de depresión y ansiedad.

Los niños tenían una edad promedio de nueve años al inicio del estudio de la Universidad de Washington, que aparece en la edición en línea del 1 de agosto de la revista Journal of Abnormal Child Psychology.

"Este estudio se aleja del abordaje de que un estilo de crianza vale para todos, y da consejo específico a los padres sobre cómo mitigar la ansiedad y depresión de sus hijos", aseguró en un comunicado de prensa de la Universidad de Washington la autora líder Cara Kiff, residente en psicología de la Facultad de medicina de la universidad. "Tomamos en cuenta características que hacen a los niños vulnerables a la ansiedad y la depresión, e incluimos cómo eso conforma la manera en que los niños reaccionan a distintos métodos de crianza".

"Escuchamos hablar mucho de padres que se involucran en exceso, como las 'madres tigre' y los 'padres helicóptero'", señaló en el comunicado de prensa la coautora y profesora de psicología Liliana Lengua. "El instinto de los padres es ayudar y respaldar a sus hijos de alguna manera, pero no siempre está claro cómo hacerlo de la mejor forma. Esta investigación muestra que la crianza es un equilibrio entre intervenir o no con guía, respaldo y estructura según las pistas que proveen los niños".

Los niños que eran más capaces de controlar sus emociones y conducta eran más propensos a estar ansiosos o deprimidos si tenían un padre muy controlador. A esos niños les iba mejor emocionalmente cuando sus madres les daban algo de autonomía.

Pero los niños que eran menos capaces de regular sus emociones y acciones se beneficiaban de más estructura y guía, hallaron los investigadores.

"Los padres deben estar disponibles para ayudar, pero no para hacerse con el control, en las situaciones difíciles, y ayudar a sus hijos a navegar los desafíos por sí mismos", añadió Lengua.

Artículo por HealthDay, traducido por Hispanicare

FUENTE: University of Washington, news release, Aug. 1, 2011



Isabel y Ángel









Educacion integral

Educación Integral

Una reflexión sobre qué significa educar y el papel de los educadores. ¿Por qué no funciona la educación tradicional? ¿Es posible motivar a los alumnos de este sistema? ¿Responde la educación tradicional a las necesidades genuinas de los seres humanos? 
Es posible que, en un futuro cercano, las cosas puedan llegar a ser diferentes.






Isabel y Ángel.



EL CARACOLITO (Cuento de hadas metafísico)


EL CARACOLITO

(Cuento de hadas metafísico)






Cuento metafísico escrito por Juan Carlos García llamado "El CARACOLITO". Si quieres, también puedes leer y ver las ilustraciones de la edición online en el siguiente enlace:http://www.JuanCarlosGarciaWeb.com/multimedia_magia_caracolito.html
Aunque es un cuento para ser leído a los niños, realmente va dirigido al "niño interior" de cada quién. Esperamos que lo disfrutes.


El cuidado de la Vida Interior del Niño.









El cuidado de la Vida Interior del Niño.


Hay un lugar interior que todos deberíamos conservar, un espacio de paz, de quietud, de sentimiento de Estar Bien y conformes, pese a lo que afuera suceda.

Este espacio interior es nuestro refugio principalmente en los momentos de incertidumbre, de angustia o soledad.
Todos debiéramos poder encontrar con facilidad este espacio, para poder allí refugiarnos en su paz y seguridad en los momentos difíciles. Sin embargo, lo que a menudo se siente es un gran vacío. Un angustioso e intolerable vacío del que desesperadamente se quiere huir. Es así que no pudiendo encontrar el recogimiento interior se busca aplacar por medios externos lo que no proviene de adentro. Los alimentos dulces como golosinas, la TV, los ruidos y sonidos constantes son los mejores aliados para evitar sentirse a sí mismo. Se quiere lograr por lo menos por un instante la sensación de armonía física y anímica que no se presenta sin estos sedativos.
Sabemos que muchas de las carencias sentidas en la adultez tienen raíz en la niñez, por eso la importancia de ocuparnos de los niños, de acompañar sus procesos, de conocer sus necesidades.

Rudolf Steiner, el creador de la Antroposofía, ha descubierto que el ser humano posee doce cualidades a las que denominó como Sentidos -Doce Sentidos-.
Para ser concreta y para que este conocimiento esté al alcance de todos, me referiré a uno de los sentidos más fundamentales, lo que Rudolf Steiner llamó el “Sentido de la Vida” o el “Sentido de Plenitud o Bienestar”.

El “Sentido de la Vida” tiene una meta primordial: Comunicar la sensación de estar bien.
Por un instante cierre los ojos y sienta su interior. Sienta si hay calma, si hay quietud. Ahora recuerde un momento donde esta calma no estuvo, donde se sentía alterado, nervioso o con algún dolor. Este es el sentido de la vida, el sentido que le comunica paz, o el sentido que le comunica un estado interior alterado.
La actividad primera del sentido de la vida es transmitir paz y calma cuando todo está en orden, y cuando no es así, se altera sintomatizando en el cuerpo o en el ánimo. Normalmente nos damos cuenta de que estábamos bien, cuando comenzamos a sentirnos mal. Es decir, en general percibimos el sentido de la vida cuando se ve alterado por alguna razón interna o externa.

El niño nace con la conciencia de que el mundo es bueno. Y en las primeras experiencias de malestar, de dolor o incomodidad física o anímica se le debe confirmar que el mundo efectivamente es bueno, calmándolo, acompañándolo y conteniendo su Ser para que vuelva a la paz.
Es por eso que el sentido de la vida es uno de los sentidos fundamentales. Porque comunica al niño lo más sensible: ¿Cómo me siento? ¿Cómo es el mundo conmigo?
Cuando el niño es pequeño su cuerpo le resulta incomodo, indominable. A medida que va creciendo va conociendo sus capacidades y sus límites. Va controlando sus impulsos apropiándose de sí mismo.
Pero cómo vive este proceso de adaptación y de autoconocimiento es de vital importancia para su futuro.
El niño en crecimiento debe conectarse con la sensación de estar bien, de estar a gusto consigo mismo, de estar cuidado y contenido. Como ya he dicho, es aquí donde el niño tiene que confirmar que el Mundo es Bueno. Es en él mismo, en el sentido de la vida, donde debe sentir la bondad y la quietud.
Al principio comenzará a percibirlo desde el cuerpo, lo cual tendrá eco en su interior. Lo que comienza como un cuidado físico se traslada a un sentimiento anímico de estar bien, de estar conforme, de estar en paz y seguro.


Y este cuidado debe provenir de afuera, debe venir de sus padres al principio, y luego de todo el entorno más inmediato.
Es esencial que el niño sienta de sus padres contención, amparo y cuidado, tanto de su cuerpo como de su estado interno.
Los padres son para los niños la figura de Dios. Son lo más cercano que ellos tienen al Padre-Madre Celestial. Para el niño pequeño son su mundo, y de ellos necesita recibir amor para construir la confianza, la entrega, la alegría de existir.

El niño a través del cuidado de sus padres aprende a confiar en la contención del mundo, y por otro lado e igual de importante, se genera en su interior un lugar de recogimiento, un lugar de calma y quietud. Aquí residirá la seguridad, el abrazo, la confianza y la entrega, y por supuesto, todo esto contribuirá significativamente en el desarrollo de su personalidad futura.
En este lugar el niño podrá encontrarse en paz con su cuerpo y con su espíritu.
Este lugar es el que buscamos desesperadamente cuando somos adultos. Es a este lugar donde queremos volver cada vez que sucede algo disonante.
Este lugar es el interior del niño, pero he aquí la labor: Este lugar se construye con la presencia y el cuidado intuitivo de los adultos.
Muchos padres tienden a asustarse o alarmarse cuando el niño está simplemente tranquilo. Reflexionan equivocadamente que ser pequeño significa estar en constante movimiento, murmullo o en un excitado estado anímico. Pero eso que asusta es lo que debemos permitir que suceda. La tranquilidad. El niño tiene la capacidad de estar tranquilo, solo que a veces no se le es fomentado o no se le es permitido.
El niño ya desde muy pequeño debe aprender del silencio y la quietud sin que eso signifique estar desanimado o enfermo.
Si el niño logra percibirse tranquilo, si se lo acompaña con entrega, podrá saber lo que es sentirse Bien internamente. Bien con sí mismo y con los demás.
Rudolf Steiner llamó a este estado “sentirse bien interiormente como integridad”.
Hoy en día vemos a los niños reaccionar desmedidamente ante todo. Los vemos alterarse fácilmente, los vemos ir y venir con sus emociones a flor de piel. Hay una parte del niño que está sin control y que reacciona con facilidad.
Si el niño se siente como una integridad armónica, se siente entero internamente, su cuerpo y su espíritu estarán capacitados para no quebrantarse ante diversas afecciones. Más sencillamente, si el interior del niño está bien está contenido, conoce lo que es la quietud, sabe lo que es la calma, no será vulnerable a cualquier hecho.
Hoy nos encontramos ante niños absolutamente vulnerables a cualquier estímulo, niños con una muy baja tolerancia. Pero ¿Cómo podemos pedirles a estos niños que permanezcan quietos, que no griten, que estén tranquilos, si en muchos casos no conocen ese estado? Lamentablemente a menudo les es más familiar la desarmonía que la armonía.
Esto es lo que tenemos que rescatar: el pedido de auxilio de los niños. La humanidad debe recuperar la calma, debe aprender las diversas formas de estar bien. Debe recuperar la vida interior porque esto es lo que más necesitan los Niños de Hoy.
Contención y cuidado es lo que necesitan, y no se trata sólo del cuidado corporal, sino también anímico y espiritual, con dedicación sincera, con verdadera participación interna por parte del adulto.

Si el niño recibe este amor a través del cuidado del entorno, si puede conocer lo que es estar tranquilo pero feliz, experimentará la bondad en su ser, la bondad del mundo, registro que le quedará para toda su vida.
Antes de terminar, sólo una sutil e importante aclaración: lo que el niño vivenciará será lo que está detrás de nuestros actos, más allá de lo que se le muestre. El niño tomará la esencia que está detrás de las formas, por eso el trabajo es mutuo.
Los niños son un reflejo de nosotros mismos. Podremos mostrarles tranquilidad, podremos cuidarlos exageradamente, pero lo que el niño tomará es la esencia de cada acto. Es el ritmo de nuestra respiración en ese preciso momento.
En la segunda entrega trataremos las alteraciones de conducta y carácter ligadas al deficiente cuidado de la vida interior del niño.







El cuidado de la vida interior del niño.
2da parte: Intolerancia, poca paciencia, irritabilidad. Hiperactividad

El niño llega al mundo, un mundo conocido a nivel superior de conciencia pero ajeno desde las sensaciones físicas. Un mundo elegido, y como parte de esta elección, encuentra en él a sus padres, seres que ahora aquí en la tierra, representan lo más cercano que ellos vivenciaban de la fuente divina. Sus padres son sus guardianes, todo lo que sea ofrecido por ellos conformará el interior del niño, y su futura postura ante el mundo.

Hay un lugar interior que todo ser humano debiera conservar intacto, puro, colmado de paz y vitalidad. Este lugar es en donde nos refugiaremos cuando algo nos desequilibre. Será un lugar donde inconscientemente reposaremos cuando algo nos altere el estado de bienestar. Simplemente, cuando algo nos suceda, tendremos un lugar interior al cual recurrir, un lugar que no se vio afectado por lo que afuera sucedió.



Será un cuenco de paz interior en el cual nos sostendremos para poder afrontar enteramente aquello que nos afecta. Si encontramos este lugar interior, sea lo que sea que nos suceda, no será tan grande, ni nos desequilibrará desmedidamente. No se producirá la sensación de quebranto interno ni un estado de soledad o desolación.

Este lugar se construye desde los primeros momentos del niño sobre la tierra. ¿Cómo? El niño nace con la conciencia de que el mundo es bondad, amor y armonía. Viene de una fuente de plenitud hacia el mundo físico, mundo que muchas veces se vuelve duro, molesto y doloroso para los más pequeños. Son los padres y el entorno más cercano, los que deben confirmarle al niño que efectivamente lo que espera del mundo es correcto. Que ellos son sus nuevos protectores y dadores de Amor y cuidado. Se confirmarán haciéndoselo sentir a través de su cuidado amoroso y dedicado.
Lo primero que el niño necesita está íntimamente relacionado al cuidado de su cuerpo físico: necesita alimento, higiene, muchas horas de sueño, tranquilidad en el ambiente que lo rodea, contacto. Pero esto no es más que algo superficial, si no se realiza con verdadera devoción hacia este pequeño ser angelical que hoy ha llegado a la tierra y me ha elegido como su guía.
Si el niño tan solo recibe de sus padres el cuidado a modo de deber, sin la verdadera participación interior, sin paciencia, sin amor y disfrute, esto no será suficiente para que se genere en su interior este refugio del cual hablamos al principio.
En cambio si el niño recibe a través de cada acto que se realiza para su cuidado, calma, devoción, entrega amorosa, dedicación y presencia, en su interior se irá construyendo un espacio de paz, sensación de bienestar, cuidado, contención y seguridad ante el mundo y de si mismo ante el mundo.
Si el niño recibe genuino cuidado y dedicación con total entrega por parte del adulto a cada momento como un acto sagrado, en su interior un cuenco de paz y confianza hacia el mundo se irá generando. Este cuenco será el refugio del niño, y en el futuro del adulto, en momentos en los que el mundo lo desestabilice.

Entonces ahora comprendiendo la importancia del cuidado de la vida interior del niño a través de la verdadera entrega por parte del entorno más cercano, es momento de ver qué sucede cuando el niño va creciendo y este cuidado no forma parte de su realidad cotidiana.

Hay dos puntos fundamentales y de preocupación actual que se desprenden del deficiente cuidado de la vida interior del niño.

Intolerancia, poca paciencia, irritabilidad

Si el niño no recibe del entorno, padres, primeros maestros, etc. el cuidado, amor y verdadera entrega que le generará en su interior la confianza de existir, la confianza en el mundo, la alegría y seguridad de estar vivo; ese cuenco paz interior, silencio y armonía, difícilmente sienta estos estados de la nada. Él nace con la conciencia de que el mundo es bondad, amor y paz pero si lo de afuera le indica otra cosa, esta conciencia va transformándose, generándose en su interior desconfianza, temor en estado de latencia e intranquilidad, que es igual a un estado de no paz, no quietud, no confianza ante la vida.

En estos casos, el cuenco que debería empezar a formarse en los primeros años, no se forma. El niño comienza a crecer con un estado interior alterado, irritado, incómodo. Este niño no sabe lo que es estar tranquilo, pues nadie lo supo guiar hasta allí, él sabe que el mundo es bastante duro, que debe estar alerta, debe saber defenderse, moverse y hacer un esfuerzo por encontrar el bienestar afuera de él.
El niño no tiene un lugar donde reposar dentro de sí mismo, donde encontrar estabilidad emocional y asistencia ante los hechos desagradables de la vida cotidiana. Podría decirse que el niño no se percibe como una integridad en bienestar. Se percibe como partes separadas, unidas por un minúsculo cabello de Ángel.

Si algo le sucede a este niño, si en la escuela recibe un daño a su ánimo, si en la casa su padre lo regaña o le pide silencio y quietud, si se lastima o se golpea, rápidamente el “equilibrio” se rompe. Se quebranta su momentáneo estado de tranquilidad, todo se vuelve grande, muy pesado. Este niño no tiene donde recurrir, llora desgarradamente, grita sin consuelo, vive los limites como una dureza insostenible. No soporta el daño pues no tiene un lugar dentro de él donde refugiarse y encontrar y reconfirmar que todo es pasajero, que la paz perdura pese a lo hechos superficiales. Este niño tiene poca tolerancia ante la negación del mundo, ante los límites naturales de él. No puede soportar la injusticia, porque no conoce que finalmente pese a lo que suceda, adentro está la paz y el equilibrio.

En definitiva no hay sentimiento de integridad, hay partes por aquí y partes por allí que forman el todo del niño en una estabilidad muy sensible, y cualquier hecho que toque esta estabilidad, la rompe y el niño vuelve a sentir que el mundo no es bueno con él.
Cualquier malestar parece un problema existencial para este niño.

Y he aquí la palabra que le es muy difícil vivenciar a los niños con el estado alterado del sentido de la vida: La tolerancia.
Tolerancia hacia lo que le sucede, paciencia para saber esperar, paciencia para poder entender que las cosas no siempre son como deseo. Tolerancia al mundo de afuera.
Si el niño no tolera su interior, ¿cómo podrá tolerar lo que recibe de afuera como “daño”? Si el niño no conoce la quietud interna, ¿cómo podrá tener una postura paciente ante el mundo que le dice hasta acá, espera un momento?
¿Cómo podrá amar la vida si en su interior tiene inconscientemente un registro de que existir muchas veces duele? ¿Cómo podrá escuchar y tener paciencia, si dentro de él no hay un lugar donde él pueda reposar mientras espera?

Podré escuchar al prójimo, prestar atención y considerar su idea más allá de que comparta o no su enfoque a través de mi calma interior y paz. Estando en un sano lugar interior, tendré la capacidad de mirar hacia afuera y poder aceptar la diferencia. Pero si primero no hay una aceptación interior, y hay en su lugar un deseo inconsciente de huir de mi mismo, ¿cómo podré abrazar lo que esté fuera de mí?

Este niño en general percibe en su interior caos, desorden, separación, en vez de sentir paz interior, sensación de integridad y registro de que el mundo es bueno y cálido con él, lo cual le permitiría contemplar, esperar confiadamente, sentir seguridad de sí mismo y de lo que sucede afuera.

Es fundamental que el niño confirme día a día que el mundo es bueno, ¿cómo? A través del cuidado, amor, entrega y dedicación plena y sincera por parte del adulto. Y principalmente, a través de la tolerancia del adulto ante lo que el niño manifieste.

Hiperactividad

Como ya hemos dicho, si el niño cada vez que está en silencio, cada vez que está quieto, cada vez que llega la noche y debe ir a dormir, su conciencia se va hacia adentro y comienza a registrarse intranquilo; si cuando comienza a registrar su interior nota que allí no hay un refugio donde sostener su quietud y silencio, y hay en cambio un sentir desordenado, inconforme, inseguro, querrá evitar de todas las maneras posibles sentirse. Entonces estos niños no se permitirán estar en silencio, no se permitirán estar quietos, irán de aquí para allá inconformes, queriendo constantemente llevar su conciencia hacia afuera. No quieren sentirse porque eso les da terror, les hace sentir que están desprotegidos. Se alteran, se mueven, no se permiten el silencio, se vuelven adictos a la TV, a los juegos de computadora, a la música, todo esto los distrae y los mantiene en una conciencia artificial, no propia.
No pueden mantener la concentración porque nuevamente su conciencia se va hacia adentro, y adentro lo que hay no es bello, no es paz.

En relación a este tema Henning Köhler dice en el libro “Niños temeros, tristes e inquietos”: “Durante el día la ocupación esencial de dichos niños es el rechazo al cansancio, y de por sí, el rechazo, la oposición a todas las formas de serenidad y calma, puesto que durante el estado de tranquilidad la conciencia es llevada, conducida al propio cuerpo, y si los sentimientos que se producen son desagradables, los niños comienzan a moverse excesivamente, a correr, a charlar o a producir ruidos, a toquetear, a morderse las uñas, a hacer muecas. A menudo estos niños hasta desarrollan tics nerviosos. Prefieren un entorno ruidoso porque así desvían su atención.
Estos niños son torpes, se lastiman constantemente. No miden sus movimientos, se golpean o golpean por sus brutas sacudidas.”

Y como hemos dicho anteriormente, un buen aliado para evitar sentir lo que nos pasa es dormir la conciencia ante la TV o la computadora, y también consumir excesivamente golosinas y dulces. Muchos niños encuentran en todo esto un respiro, por un pequeño instante una sensación de paz, de salud física y anímica, lo sienten gracias a estos medios pero claro que es transitorio, y además esto no produce ningún bien profundo.
Todo lo hacen para no sentirse internamente. Si no estoy en paz internamente, evitaré sentir mi interior.

A estos niños se los conoce comúnmente como niños hiperactivos.
De más está aclarar que la hiperactividad puede darse a consecuencia de múltiples y variadas situaciones que pueden guiar o provocar en el niño dicho estado. Aquí estamos hablando de algo fundamental, que si se conoce, podrá marcar un principio de ayuda en la problemática del niño.

Lamentablemente cada vez aumenta más el número de niños con esta conciencia alterada, y no se trata de buscar culpables, muchas veces los padres se esfuerzan por darle conscientemente lo más apropiado al niño y aun así esto aparece.
Seres humanos, adultos, todos lo sabemos también, no solo le sucede al niño, hoy esto es un problema social.
Hoy en día la intolerancia ante la diferencia, la impaciencia ante un cambio, la irritabilidad, el no saber escuchar, el no poder comprender el proceso del otro, es moneda corriente. A menudo los seres humanos no toleran la libertad del otro, las elecciones y caminos que difieren al mío. Pareciera que ser o hacer algo diferente es un defecto y hay que evitarlo o forzarlo a que sea como yo creo.
El mundo también está hiperactivo, vive en la superficie, no puede bajar porque ha perdido de vista lo esencial. Si se mira hacia adentro muchas veces no se encuentra nada, todo es difuso en la profundidad, es más seguro mantenerse sujeto a la superficie, por lo menos mi interior aquí arriba no se encontrará amenazado.

Muchas veces los adultos están enredados en una compulsividad, trabajan y trabajan sin tener horas de descanso, inclusive muchas veces salen de sus trabajos y encienden el televisor o realizan compulsivamente una actividad tras otra. Hasta muchas veces este insostenible vacío genera una ansiedad tal que causa adicciones al cigarrillo, bebidas alcohólicas, drogas, etc. Sin notarlo parte de la humanidad está caminando en círculo sin evolucionar, sin reflexionar, y muchas veces sin mirar los ojos de sus niños.
Pero sin irse a tal extremo, aunque lamentablemente exista, en general lo que mayormente sucede es que los adultos se encuentran constantemente irritados, no saben descansar, contemplar, reposar, sentir bienestar, no hacer “nada”. Deben hacer porque si no hacen, lo que sienten no es bello, no es armónico, no les produce bienestar. El cuenco interior no está o bien está tapado de inseguridad y miedo. Puede que, como estamos elaborando ahora, este estado interior no haya sido conquistado durante la niñez, pero ahora siendo adultos tenemos la capacidad de observarnos, y de la observación podemos reconocer qué parte nuestra está insana, necesita cuidado y atención.
Muchas veces el adulto hiperactivo exige al niño que no lo sea. Muchas veces el adulto intolerante, que no sabe esperar, que no tiene paciencia y que está la mayor parte del tiempo alterado por esto o aquello, le exige al niño quietud, concentración, paciencia.

Nos han enseñado a enseñar así de la palabra hacia afuera, pero los niños de hoy nos muestran que ya no sirve. Puede que generaciones anteriores a través de la prohibición, el castigo, el regaño, la amenaza, el miedo o la dureza hayan impuesto al niño lo que debe ser y hacer más allá de lo que el adulto es, pero ¿cuánto tiempo este niño que se lo fuerza a ser bueno, a estar quieto, a estar callado, a estar atento, puede conservar este "aprendizaje" una vez que los adultos no lo miran? A menudo, fuera del entorno familiar estos niños estallan sin medida, o bien estos niños en su adultez les cuesta enormemente saber cómo ejercitar la conciencia, solo saben obedecer reglas.

Ahora todo se vuelve un poco más sutil, no importa la información, el deber, la moral impuesta, ellos perciben directamente el interior del adulto, y eso manifiestan.

Cómo crecer como adultos. Cómo ayudar a estos niños

Todo, por más incorporado y fijado que parezca estar, puede revertirse y ser cambiado. Sólo es cuestión primero de reconocer cuál es el tema a trabajar, después trabajar sobre la aceptación verdadera y total de ello, para luego poner en práctica las herramientas apropiadas para ayudar a mejorar cada caso.
Para los niños que tienen alterada su interioridad, hay que ofrecerle posibilidades que fortalezcan y colaboren con la sana maduración de su interior.
Concretamente estamos hablando de prestar especial atención al cuidado del cuerpo del niño con un cariñoso, genuino y entregado contacto físico.
También hablamos de la alimentación, hablamos del cuidado y la responsabilidad en la alimentación. Aquí hay que considerar que el niño no sólo se alimenta de los nutrientes sino de la energía con la cual fue hecho dicho alimento. Es por eso que como adultos debemos estar presentes y consientes de la disposición que tenemos en la elaboración de todo lo que le ofrecemos al niño.

No hay que olvidar la sensibilidad de los Niños de Hoy, y que todo lo que sucede lo veamos o no, tiene un eco en su interior. Cuando hablamos de cuidado muchas veces olvidamos cuidar las sutilezas, siendo estas muchas veces las que más afectan a la vida anímica del niño. Considerar el cuidado de lo sutil es una tarea diaria.

El ritmo, ofrecerle al niño contención en los esquemas cotidianos hogareños: Respetar la hora de sueño, la hora de la cena o almuerzo, el momento del juego, el momento de hacer la tarea de la escuela, el momento del cuento. Es importante que el niño se sienta contenido en lo que recibe. Si por ejemplo una noche se acuesta a una hora, al día siguiente se acuesta a otra, y cada día es algo totalmente desordenado, esto no colabora favorablemente con su desorden interno. Todo lo contrario, este desorden interno encuentra afinidad en lo arrítmico, y a menudo el niño puede acentuar su desequilibrio sin nosotros notar que la causa es el desorden que se le ofrece en lo que recibe cotidianamente en el hogar.
Pero, queridos adultos, continuando con lo sutil, hay algo aquí fundamental, muchas veces no importará tanto QUÉ se le ofrezca sino CÓMO usted lo haga: Con qué energía, con qué predisposición, con qué amor, con qué delicadeza, con qué alegría, con qué disfrute, desde dónde, desde qué parte suya. Medite sobre su actitud cotidiana ante el niño tanto si es padre, maestro o terapeuta.
En el caso del hogar las preguntas a reflexionar serían: ¿Con qué energía y disposición anímica cocino sus alimentos? ¿Con qué alegría lo acompaño a dormir, o le leo un cuento? ¿Con qué entusiasmo le enseño y explico la tarea de la escuela? ¿Con que vibración salen las palabras de mi boca cuando le explico algo o le pongo un límite?

¿Cómo es usted con el orden? ¿Se siente ordenado internamente? ¿Cómo es el orden de los horarios de la casa?
Hablemos acerca de esto…

El cuidado de la vida interior del niño

Estamos hablando de un nuevo paradigma, ya no hablamos de lo que debemos y no debemos, de lo correcto o incorrecto, los nuevos niños nos sumergen en las profundidades de nosotros mismos aunque no queramos. Nos dicen, nos piden que miremos nuestra alma primero, para luego poder cuidar la suya.

El niño, ya desde el momento en que es concebido debiera percibir del entorno y de su madre el mensaje, la vibración de: “te amo, te cuido, ven tranquilo, aquí la vida es bella”.
Luego al nacer cuando el cuerpo le resulta incomodo, el cuidado del adulto y el contacto le deben confirmar este mensaje: “si duele pasará, si lloras hay un consuelo y un abrazo, si estas incómodo en mis brazos encontrarás paz, duerme que te cuido, con toda mi aura te envuelvo.”
Es como ir moldeando con la fuerza del amor, con la quietud espiritual, con el contacto seguro y tranquilo, un cuenco de arcilla en su interior, sutil pero fuerte, colmado de ánimo, fuerza y seguridad de existir.

Estamos hablando de superar el discurso moral de bien y mal, además recordando que no sólo alcanza con ser aquel ejemplo superficial que muestra al niño mediante su accionar las cualidades de lo que este debe copiar de él. Esto es un gran paso, podría decirse que es el primer paso cuando aun no se ha conquistado algo mayor, pero si elevamos más nuestra búsqueda encontraremos una nueva ley pedagógica.
Estamos siendo guiados hacia una actitud más elevada de nosotros mismos: ¿Qué vibra el adulto cuando le habla al niño o cuando busca ser su ejemplo?

Esto es lo nuevo: Lo que el adulto vibre en su accionar, traspasa el accionar y se vuelve esencia permeable al niño. Si queremos enseñar al niño lo que es la calma, el adulto debe saber conquistarla interiormente primero. Sentir su recogimiento, su concentración, su propio cuenco primero. Y si nota que no lo tiene o está dañado, debe transformarse responsable y alegremente en su propio escultor moldeando su cuerpo y su interior como arcilla, trabajando en sí mismo con sinceridad como un niño.

Si conozco el camino que lleva a la paz podré guiar otros a su encuentro.

Pero en general ¿Qué es lo que sucede? Esto niños movedizos, inquietos, irritables, intolerantes sacan rápidamente del eje al adulto. Ante los recurrentes estados de estos niños, rápidamente el adulto se vuelve intolerante e irritable también. Ambos vibran en la misma frecuencia.
Los niños sacan a flote lo que está más allá del mensaje que damos para educar.

Paciencia, estado sereno y calmo, capacidad de contemplación y quietud, escucha atenta y abierta, es lo que necesitarán estos niños como trato.
Y para que el sentir paciente y calmo surja espontáneamente por parte del adulto, antes de querer cambiar al niño, se debe el adulto poder sentirse, aceptarse y aceptar.

Primero me miro, me reconozco y me acepto. Después miro al niño, lo reconozco y lo acepto. Y de la aceptación SIEMPRE SURGE LA PAZ. Abrazo al niño con mi paz, y pese a lo que haga, lo invito con movimientos cálidos, con serenidad en mi voz a volver a sí mismo. Con un cuidado diario y periódico de su interior, el niño comenzará a construir su propio cuenco.

Cuando dejamos de negar y luchar contra lo que queremos cambiar, cuando surge la verdadera aceptación, todos ustedes lo saben, en algún momento lo han podido notar, sorpresivamente algo empieza a cambiar. ¿Qué cambia? ¿Cambio yo o cambia el otro? No hay separación, la unidad que formamos con el otro hace que todo movimiento interior sea percibido afuera de mí y cause una transformación.
Además, cuando aparece la paciencia, aparecen nuevas herramientas que tan lejanas parecían cuando estaba corrido de mi eje. Ahora puedo jugar con el niño aunque este se enoje con facilidad, ahora puedo mantenerme sereno cuando en la mesa en niño se torna movedizo e intranquilo. Puedo esperar que se le pase, no tengo apuro. Ahora puedo leerle un cuento aunque parezca no escucharme, puedo mantener mi concentración aunque parezca en vano. Ahora puedo hablarle a su alma, desde mi más profunda paz, y más aun, puedo sin hablar mostrarle lo que es la Paz.






Autora: Nancy Erica Ortiz
Creadora del curso “Los Niños de Hoy”
Fuente de inspiración y Bibliografía consultada: “Niños temerosos, tristes e inquietos”, de Henning Köhler.




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